Libertad para cursar Religión (4)

Por la dignidad de la persona… ¡Usemos la razón y no los prejuicios!

Cuando leemos noticias de prensa, editoriales, artículos, entrevistas… o escuchamos declaraciones u opiniones de la más diversa procedencia relacionadas con la asignatura de religión, y queremos saber qué o quién hay detrás de tales afirmaciones, nos puede clarificar la siguiente pregunta: ¿se está usando la razón o lo que se está poniendo en juego y queda patente son los prejuicios? Y en la mayor parte de los casos, la respuesta a esa pregunta nos da la pista para descubrir el grado de conocimiento o de ignorancia en relación a aquello que se nos dice.

Podemos preguntarnos, entonces, multitud de cuestiones relacionadas con el estudio de la religión en el ámbito escolar en nuestro país: ¿En un estado aconfesional tiene sentido la presencia de la dimensión religiosa del ser humano y de la asignatura de la religión en las instituciones educativas públicas? ¿Es legítimo que la enseñanza de la religión (católica y demás confesiones) forme parte del currículum académico? ¿El estado ha de facilitar la presencia de profesores de religión? ¿No es la religión un hecho privado, vinculado al mundo personal, que no ha de mezclarse con lo público en una sociedad plural y en un Estado laico? ¿La presencia de la religión en la escuela atenta contra los principios constitucionales? Y en todas estas preguntas podríamos encontrar opiniones vertidas desde la razón o contaminadas de prejuicios.

Y en el centro de todo debate en relación con la religión ha de estar presente siempre la dignidad de la persona. Por eso la cuestión central que nos estamos planteando sobre la presencia de la religión en el ámbito público y educativo no tiene que ver con privilegios o no a una determinada institución milenaria (Iglesia), sino con el respeto y el reconocimiento real a la dignidad de la persona. La cuestión no es religión sí, religión no, en el ámbito público, sino poner a la persona y a la sociedad ante la verdad íntegra de la vida humana; es decir, ¿qué nos hace más radicalmente humanos y nos ayuda a vivir en esa verdad? ¿Es la presencia de la religión en el ámbito público y en la escuela un impedimento o una ayuda para lograr que el ser humano llegue a ser lo que está llamado a ser?

Un profesor/a de religión en la escuela para enseñar la naturaleza del hecho religioso y su configuración concreta en las religiones, no es un ataque al principio de la no confesionalidad del Estado, sino una ayuda que este Estado realiza para que pueda desarrollarse plenamente la vida de sus ciudadanos, de aquellos de quienes desde el ejercicio de su libertad tienen el derecho a que sean atendidos en una de las dimensiones fundamentales de su existencia, como es la dimensión religiosa.

De cara a un futuro pacto educativo que posibilite la permanencia de la asignatura de la religión en la escuela y respecte la libertad para poder cursarla, los argumentos desde la razón y el diálogo serán siempre bienvenidos. En cambio, los argumentos procedentes desde posiciones ideológicas sectarias e impuestas harán un flaco favor al respeto a la libertad religiosa, al derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos y a la dignidad de la persona.