EL ASPECTO IDEOLÓGICO DE LA TRANSEXUALIDAD

Que la transexualidad existe es un hecho innegable. Que las personas transexuales sufren con angustia su situación y que deben ser apoyadas, comprendidas y valoradas está fuera de toda discusión. Lo que sí que nos parece discutible es el uso que se está haciendo de la realidad transexual para difundir e imponer una particular visión de la identidad sexual humana basada en la completa disociación entre el sexo biológico y la pretendida “libre elección” de identidad sexual.

Ofrecemos a continuación la respuesta de la prestigiosa Natalia López Moratalla, catedrática de bioquímica y biología molecular de la Universidad de Navarra y presidenta de AEBI (Asociación Española de Bioética y Ética Médica): “Asistimos a un experimento antropológico, que se apoya en la Biotecnología, con la pretensión de conducir hacia un tipo de ser humano para el que no existen sexos, «sólo roles», y según el cual la identidad sexual, ser varón o ser mujer, es de libre elección ¿Significa que no es importante, o incluso no es necesaria, la conexión psicológica entre «yo y mi cuerpo»? (…) Los conocimientos actuales de la Biología humana, especialmente los datos de las neurociencias, acerca de la identidad sexual, nos permiten analizar con serenidad, sin prejuicios y sin enjuiciamientos de ningún signo, ni transfobias, qué puede suponer alejarse uno mismo del propio cuerpo. (…) La identidad sexual forma parte de la identidad biológica de cada persona. El «yo» se somatiza en el cuerpo, que es sexuado. El sexo cerebral, psicológico, coincide con el corporal, y da lugar a un amplio margen de estilos de los varones y las mujeres. El cerebro tiene sexo.

Esto no supone ignorar que hay personas transexuales, que se sienten del sexo opuesto al de su cuerpo, ni ignorar que existen personas con un trastorno del desarrollo gonadal –«ovotesticular»–, que presentan ambigüedad en las estructuras gonadales y en los genitales.

Hoy sabemos que la causa de ambas condiciones es genética. La alteración de uno o más genes lleva consigo deficiencia de alguna de las enzimas ligadas al metabolismo de las hormonas sexuales y, con ello, déficit o exceso en la acción que éstas ejercen sobre la regulación de otros genes. (…)

Los conocimientos actuales apuntan, en el caso de la transexualidad, a una disfunción en la percepción cerebral del propio cuerpo, que no es una simple cuestión de preferencia dependiente del entorno social o del aprendizaje. Y, por ello, la investigación biomédica pone en tela de juicio que la armonía psique/corporalidad se alcance con las intervenciones quirúrgicas y los tratamientos hormonales que cambian el sexo genital y los caracteres sexuales secundarios y a su vez afectan al cerebro. (…)

La información sobre los avances de la neuroendocrinología y de la neuroimagen, en este campo, debe darse a conocer, y debería tenerse en cuenta en la educación de las nuevas generaciones. Los slogans al uso «no existen sexos, sólo roles», impuestos desde la infancia, no reconocen lo que la ciencia pone de manifiesto: la naturaleza humana exige coherencia en los niveles genético y gonadal, porque el «yo» está somatizado en un cuerpo que es sexuado. (…)

Desde hace algo más de una década, ese slogan se ha convertido en el icono de la modernidad y algunos defienden que esta perspectiva ha de aceptarse y transmitirse desde la infancia. La idea que subyace es librarse de las exigencias del propio cuerpo, ser autónomo y auto-construirse a sí mismo. El sexo –se dice– no es nada más que una función fisiológica –que sólo ofrece ser varón o mujer como únicas posibilidades–, mientras el género se refiere a las preferencias y éstas son realidades sociales sujetas a cambios tantas veces como se quiera.

No obstante, así como la igualdad de derechos de la mujer con el varón es una cuestión social, cultural y jurídica, la superación de los sexos exige la intervención de la biotecnología. Se trata de llevar a cabo una revolución de la humanidad opuesta a los procesos de la evolución biológica. De ahí que haya una fuerte brecha en el planteamiento de este experimento sobre la identidad de género. La biología humana, que no es mera zoología, pone de manifiesto lo especifico de un ser vivo cultural. Y sin embargo, la biología no es cultura y no se cambia fácilmente, ni sin pagar un alto precio. Es la persona, cada uno de los hombres y mujeres, el que es un ser vivo cultural.

El protocolo de este experimento requiere pasar el tribunal de la ciencia ¿Qué supone contraponer en una persona el sexo biológico y el psicológico y social? ¿Qué es innato en ello, y qué cultural? ¿Qué ofrece la biotecnología, de hecho, al cambio de sexo? ¿Qué garantías de éxito hay?

Y si resultara que el experimento no es válido: ¿Cómo paliaríamos las consecuencias en las posibles víctimas a las que no se les ha dado opción de elegir participar o no en el experimento?”